sábado, 16 de febrero de 2013

[Las aulas van sucediéndose estimulantes]



Las aulas van sucediéndose estimulantes entre los que participamos en el Curso Monográfico sobre César Vallejo, en la UNILA. Como profesor, “experto” en el tema, voy aprendiendo horrores y, creo, los estudiantes también. Mas ayer (15/ 2/ 2013) fue en particular un gran día. Nos informamos y tuvimos experiencia de lo que para el poeta peruano podría significar aquella frase de Favorables, París, Poema respecto a que, frente a las “preguntas sin respuestas”, la poesía sería una “respuesta sin preguntas”. Motivo de escándalo del pasado, del presente y del futuro constituye esta fórmula o manifiesto. Frente a las tecnologías latinoamericanas del verso (británico modo, neobarroco, minimalismo, etc.) que soslayan este aspecto fundamental de la poesía; que no hablo, en absoluto, de romanticismo ni, de su coda, el surrealismo. Frente a las miradas de tipo cultural o sociológico, las distintas posturas post-autónomas que antes las prefiguraron --y las explicaron de modo más consistente-- los teóricos alemanes de la recepción y resumió bellamente un inglés como Terry Eagleton: “the reader makes the literatura”. Frente, pues, a tecnólogos de la comunicación y científicos de la sociedad -- repletos de supuestas preguntas inteligentes y, peor todavía, a veces rentables psicosociales-- la poesía no se toca. Pero la imaginamos, frente a este estado de cosas crítico-teórico, perpleja y con la boca abierta, eso sí. Es absolutamente irrelevante seamos neo-barrosos o minimalistas en nuestra cocina; lo importante es si hayamos qué ponerle a la olla más allá de nuestro narcisismo que procura no tomarse en serio y resulta ridículo; más allá de demostrar --acaso de modo impúdico-- que visitamos el diccionario y tenemos la edición más reciente de uno de etimología. Para no hablar de otros camaleónicos intereses que quieren pasar por poesía. Entre estos una especie de lavado acaso no sólo de dinero mal habido; sino de nuestras personas en su totalidad. Adoro a los malos, incluso poetas, en la literatura; pero no a los que se quieren hacer pasar por buenos. La “respuesta sin preguntas” sale para todos. Pero qué difícil --aunque no imposible-- debe ser captarla o admitirla, por ejemplo, para alguien que trabajó o trabaja en el Ministerio de Cultura de la República Dominicana; o para alguien que se jubiló muy bien en los Estados Unidos, no puede regresar a su país, y anduvo tomando el pelo --que ya no tiene-- a medio mundo de jóvenes aficionados a la poesía. Todos nos volvemos decrépitos y nos morimos, también los poetas; pero lo único que quedará vivo en nuestra obra será el testimonio de aquel acontecimiento sin preguntas. Y no qué tanto enterados, listos, críticos, solidarios o simpáticos fuimos.



El CURSO MONOGRAFICO EM LETRAS se dicta, para la carrera de Letras, hasta mediados de abril en la Unila, Brasil.

sábado, 9 de febrero de 2013

[Nosotros los latinoamericanos]


Nosotros los latinoamericanos no tenemos la historia ni el nivel de corrupción del canónico occidente. Nacimos después y somos aprendices. La poesía siempre ha convivido con la corrupción. Es imposible se liguen el ansia del poder y la manipulación social con la poesía. Aunque tengamos excepciones, por cierto, Neruda y Octavio Paz (por ejemplo); aunque el psicosocial que constituyeron (¿qué aún constituyen?) no fuera monitoriado por ellos mismos. La poesía está que se muere, la pobrecita; pero no muere, ni jamás morirá. No depende de nosotros matarla, depende de la poesía. Pero prepárese el que quiere seguirla, a ser destruido; no sólo por ella, por su torpeza al amarnos: sus afiladas rodillas y codos de adolescente. Sino también por la sociedad, por cualquiera de ellas, y sus instituciones. Nadie quiere pasar por tonto ocupado. Nadie desea admitir que debió dedicarse a aquello que rechazó un día. Un día en que la poesía le puso un cabe de puro traviesa; un cabe para detenernos a pensar; un cabe con su respectiva almohadilla. Pero nos vamos muriendo. Ya se murió Vallejo, el del tercer ojo. Ya se murió César Moro, el que sabía amar. Ya se murió Martín Adán, el niño autista de tirantes y saco malolientes. Ya se murió Luchito, el de la vox horrísona. Son la únicas muertes que cuentan en la poesía peruana (por ejemplo). No existe ninguna otra, hasta ahora. Hasta que se muera Pedro Granados. Y los miles de hijos de puta, que son tres gatos en la poesía, se percaten; ha, recuerden; ok, acaso añadan a la lista. Pero nunca admitan que estuvieron más lúcida, coordinada y sistemáticamente ciegos que la puta madre



Con mis saludos cordiales,
PG