sábado, 23 de agosto de 2014

César Vallejo. Una biografía literaria





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Informado y útil trabajo*, diseña un degradé desde la picaresca --y el juicio, aunque implícito, severo a las andanzas del pícaro y prófugo nativo de Santiago de Chuco-- a la elegía --a los versos hondos y el parisino, en aura de compromiso social, trance de muerte del poeta.  Hart jamás percibe el aspecto cultural, aunque expone los ladrillos e incluso glosa y comenta puntuales calas de Vallejo en lo andino.  Justo cuando  finalmente se impone hablar de sexo --incestuoso o no-- el crítico inglés calla.  “Parado en una piedra”, tal como lo expusimos en detalle en nuestro libro del 2004 (Cap.  III: “La poética del nuevo origen: La piedra fecundable de los poemas de París”)**, alude no sólo a una manifestación o “paro”;  sino también, de modo simultáneo, a una virtual cópula con la piedra, con la materia misma de lo incaico: sol --masculino-- que se ha transformado en algo femenino, aunque esta piedra ahora se halle “cansada” o en crisis y sea, luego, incluso la propia “España” del famoso poemario póstumo dedicado a la Guerra Civil.  Hart no percibe en su lectura la presencia de lo cultural, su constante opacidad y metamorfosis, sino únicamente como un museo de tópicos o taxonomía académica ya canonizada; un tanto como tampoco lo percibió la misma Georgette de Vallejo.  Pero el mismo poeta sí lo hizo e incorporó aquello en su propio proceso intelectual y artístico donde lo político no se contraponía a lo mítico.  Por esta razón, sus “Nostalgias imperiales” y su Trilce --que es versión escrita sintética y sincrética del mito de Inkarrí, elaboramos ahora mismo un ensayo sobre ello--  y su “Piedra cansada” son un mismo mito expuesto de modo minimalista y con vocación incluyente siempre.  De lo afro-limeño, primero, y después de las etapas iluminista y revolucioria de su experiencia europea: francesa y soviética, respectivamente.  Una biografía de Vallejo que no ventile aquel aspecto cultural en su relato  lucirá siempre destrabada e inevitablemente fragmentaria.   El problema es que Vallejo no hablaba nunca de esto, ni con su viuda ni con nadie.  Su experiencia de lo sagrado, nada exclusivista o individualista sino más bien comunitaria,  se tocaba con su radical experiencia de la poesía y para él, tal como en aquellos versos finales de “Huaco” (“[Yo soy]Un fermento de sol/ levadura de sombra y corazón”), le eran inherentes --acaso para ser más productivos en su obra poética -- el pudor o el secreto.

En todo lo demás, aunque Hart de algún modo continúe la teoría y metodología de un Juan Espejo Aturrizaga, la exposición del profesor inglés es amena y, repetimos, a pesar de cierto puritanismo u holismo militante, extraordinariamente útil.


*Stephen Hart, [César Vallejo.  A literary Biography (London: Támesis, 2013)] César Vallejo.  Una biografía literaria (Lima: Editora Cátedra Vallejo, 2014).
** Pedro Granados, Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo [PhD Thesis, Boston University, 2003] (Lima: PUCP Fondo editorial, 2004)



Tomado de El César Vallejo de Stephen Hart


viernes, 22 de agosto de 2014

Vallejo, la prosa del universo/ Alejandro Mautino Guillén



Vallejo es un clásico de la literatura universal, quizás su figura se compara con la de Baudelaire en poesía. Ambos escritores tienen afinidad por el rompimiento con el lenguaje y por incorporar una estética del compromiso, aunque hay cierta distancia entre el poeta de occidente y el hispanoamericano, a ambos los caracteriza su carácter renovador frente la tradición a partir de una propuesta fundada en el rigor y en la conciencia crítica frente a la modernidad. 
 
La obra literaria de Valllejo es una de las más estudiadas a nivel mundial y consciente del inasible grupo de críticos literarios que han dedicado numerosos estudios sobre el autor de Trilce y consolidando su propio interés y tradición por el poeta de Santiago de Chuco, Antonio González Montes nos ofrece su más reciente publicación: Vallejo, la prosa del universo (Nueva York, Axiara Editions y Academia Norteamericana de la Lengua Española, 2014). Desde nuestra perspectiva, el crítico literario al igual que un buzo se lanza al océano de la obra de Vallejo y, no solo eso, sino que se sumerge en mares más profundos para dialogar con los diversos estudiosos de la obra vallejiana que han enfatizado en el análisis de la prosa, por ejemplo Eduardo Neale-Silva.
Para Marco Martos, en el exordio, el libro es “fruto de una dedicación de orífice a la obra narrativa de César Vallejo a lo largo de décadas, hace un repaso cuidadoso, universitario, claro y directo sobre cada uno de los escritos en prosa de ficción o ensayística” (p. viii), también el poeta piurano agrega que el libro es de “indudable utilidad didáctica, el texto se sostiene porque es una introducción a la prosa de Vallejo” (p. viii). La observación de Martos, sin duda, hace hincapié en que González Montes trabaja con oro; es decir, con escritores de mucho valor estético cultural. Basta citar un texto biográfico anterior a éste sobre César Vallejo y un libro que aborda el arte de narrar de Julio Ramón Ribeyro.              
El libro del profesor sanmarquino contiene siete trabajos sobre la narrativa de Vallejo, enfatizando en algunos casos la relación entre la prosa y el verso. Aquí el crítico se esfuerza por tejer redes de comentarios sobre relaciones intertextuales: vida, obra y críticas sobre el autor.
El primer trabajo es “La obra narrativa de  César Vallejo”, donde se esboza un recorrido  por las dos etapas de la narrativa de Vallejo. Incidiendo en la etapa inicial con Escalas y sus dos secciones, donde se subraya la amplia repercusión del periodo carcelario de Vallejo entre 1920-1921. Para el crítico, la etapa final lo conforma un texto clave: Contra el secreto profesional, que en palabras de González Montes “es un libro de pensamiento” (p. 27), donde entran diversos textos desde parábolas evangélicas, anécdotas, narraciones ejemplificadoras, máximas, pensamientos, etc.  Asimismo, en éste se evidencia un tono reflexivo y teórico en el cual el autor intenta establecer una jerarquía lógica, que en términos del estudioso es “la lógica dialéctica” (p. 31). El crítico sanmarquino, asimismo, aborda algunos últimos cuentos de esta etapa como “El niño del carrizo”, “Viaje alrededor del porvenir”, “Los dos soras”, “El vencedor” y “Paco Yunque”, donde se evidencia un énfasis, pues en muchos de estos textos los protagonistas son los niños.
El segundo trabajo es “Una aproximación a las tres novelas (Fabla salvaje, El tungsteno, Hacia el reino de los Sciris)”, donde también hace un recorrido por la prosa del autor de Poemas humanos. Sobre Fabla salvaje señala que es reveladora de ciertas constantes vallejianas, detectables no solo en la narrativa sino también en la poesía. Con relación a El tungsteno, González Montes subraya que ésta responde a los requerimientos y características del “arte bolchevique”; sin embargo, no deja de ser un mensaje estético de algunos rasgos propios del “arte socialista”. En relación a Hacia el reino de los Sciris, sostiene que aquí Vallejo intenta realizar un texto novelístico que no esté basado en su experiencia personal, sino en la recreación de sucesos ambientados en lejanas páginas e historias; sin duda, una remota huella exotista.
En el tercer trabajo, “Hacia el reino de los Sciris: una novela incaísta de César Vallejo”, González Montes sostiene que Vallejo “se sirvió de un momento crucial de la vida del Tahuantinsuyo, de un conflicto que pudo haber existido y con él creó una trama alrededor de ciertos sucesos y de un personaje importante, Túpac Yupanqui, que encarna muchos de los valores de una cultura que constituye una de las raíces de nuestro complejo ser latinoamericano” (p. 86-87). De repente, en esta sección hubiera resultado pertinente elaborar un diálogo intertextual con la sección “Nostalgias imperiales” de Los heraldos negros (1918) de Vallejo, para establecer cuál es la visión de Vallejo respecto al pasado inca, tema por cierto abierto y polemizado por Mario Vargas Llosa al referirse sobre la obra de José María Arguedas.
El cuarto trabajo es “El tema del amor en la narrativa de César Vallejo”, aquí el crítico se esfuerza por tratar de establecer los lazos entre los diversos discursos que conforman la pasión amorosa en la poesía del vate trujillano. Para González Montes, la visión de Vallejo, no es convencional sino transgresora. De este modo, queda manifiesta la tendencia expuesta en defensa del incesto en “Muro Antártico”; una visión irónica y patética del amor en “El unigénito”; las transformaciones de la identidad en “Mirtho” y el temor a la figura del hijo que rompe la unidad de la pareja en Fabla salvaje
   
El quinto trabajo  denominado “Trilce y Escalas: afinidades situacionales y literarias” se concentra en establecer y estrechar lazos entre el género lírico y la narrativa de Vallejo. La lógica del autor es sencilla, tratar de establecer las marcas textuales a partir de la búsqueda de las experiencias cotidianas o situacionales del poeta. Ambos textos fueron publicados consecutivamente; sin embargo, las influencias en los temas fluctúan entre las mismas coordenadas: la muerte de la madre y el proceso carcelario que le tocó vivir al escritor. Para el crítico literario, “existe una afinidad literaria y extraliteraria; textual y contextual” fundamental y reveladora. (p. 134).
El sexto trabajo titulado “César Vallejo: reclusión vital y libertad estética” se pretende como una breve biografía sobre el autor de España, aparta de mí este cáliz destacando el carácter de humanidad de su obra. Para tal propósito, el estudioso se esmera en sintetizar los pasajes más importantes desde su nacimiento en la sierra norte de Trujillo, sus estudios universitarios, su contacto y amistad con el grupo El norte y su viaje a Europa. También se subrayan algunos poemas dolorosos donde aparece dios y el hombre, en el cual se acentúan las formas del amor y la solidaridad humana.
Finalmente, el último trabajo denominado “Vallejo en los infiernos, una novela dantesca, de Eduardo González Viaña” es una revisión de la novela del citado escritor quien elabora una novela sobre la vida de César Vallejo, desde el momento de su detención y reclusión en la cárcel hasta su viaje a París. Para González Montes no es solo una novela, sino que en aquella se entrega una valiosa información y documentación acerca de cuestiones propiamente literarias del autor de Santiago de Chuco. Como señala el crítico literario, la novela nos lleva a observar esa etapa de Vallejo con el grupo El norte, en su hogar y con sus eternos amores.

Por lo que queda decir del libro, Vallejo, la prosa del universo, del profesor sanmarquino Antonio González Montes, éste logra su cometido que, como se señala en la presentación, es “estudiar, analizar y difundir el universo textual de la literatura narrativa de César Vallejo” (p. 2). A mi parecer, creo que se encarga más de la difusión de la prosa de Vallejo, todavía enigmática y que se resiste a leerse tan fácilmente. La escritura del vate trujillano (pese a los innumerables trabajos sobre su obra) sigue siendo un desafío para la relectura, pues siempre exige ir más allá de la imagen del poeta triste y solidario. De tal manera que el libro del crítico intenta acercarse a la poética narrativa de Vallejo desde la perspectiva del buzo que se sumerge no solo en la vida del autor, sino también en océanos más profundos de su obra y en sus principales estudiosos con un afán minucioso y didáctico.


Alejandro Mautino Guillén (Huaraz, Perú). Profesor de Literatura Peruana y Latinoamericana. Licenciado por la Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo. Ha realizado estudios de postgrado en Literatura Peruana y Latinoamericana por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.  Ha publicado "Huandoy y Huascarán. Narraciones orales clásicas de Ancash" (2006), "La orgía inmóvil. Antología de la poesía joven en Ancash" (2009) y "Breve Anatomía de la Sombra" (2012). Dirige la revista de literatura "Casa de Asterión" de la UNASAM.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Panamá y un territorio cada vez más complejamente vallejiano



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Desde el Ecuador hacia arriba, Colombia y también Centro América, no ha muerto el culto por la poesía encantada de Rubén Darío; Neruda sigue siendo el ejemplo de poesía civil a seguir;  la “otra vanguardia” (José Emilio Pacheco dixit) o el “modo anglosajón” continúa dictando su cátedra de localismo, coloquialismo y oportuno sentido del humor; y se lee muy mal  o, peor aún,  de modo básicamente para-literario  a César Vallejo  a través, sobre todo, de la glosa cubana y el triunfo de su Revolución.  Desde el Perú y hacia  abajo (incluido por lo menos el sur del Brasil), todo el territorio es cada vez más complejamente vallejiano.  Es decir, Vallejo catalizado con Borges;  Vallejo a través de la voz de “arena” de  algunas mujeres (Olga Orozco o Damiela Eltit); la risotada de Trilce rescatada por Oliverio Girondo o Filisberto Hernández; Vallejo y el neo-barroso, es decir, Trilce jugándose de manos con Lezama… y hasta con la más reciente poesía en “portunhol selvagem” de la cada vez más transitada frontera brasiguaya, aunque los Wilson Bueno o los numerosos Douglas Diegues de ahora mismo  no estén muy al tanto de ello.  

Sirva esta sumaria introducción para hablar de Panamá y su poesía reciente; por lo menos, la que hemos conseguido, consultado o compartido en un viaje de hace muy poco al país del legendario Canal. País de migrantes, bi-oceánico y multicultural que poco a poco --y cada vez más-- su capital se enmuralla como un colorido shopping al que rodea el vasto océano.  Pues aquí se ejercita también una poesía que va, verbigracia, desde aquella que representa el sentir independentista y culturalmente reivindicativo de los kunas; entre cuyos poetas representativos destaca, de modo nítido, un autor como Arysteides Turpana (1943).  Hasta  aquella más urbana, aunque no menos lúdica y/o comprometida, en la huella de otros dos destacados poetas más o menos contemporáneos a Turpana; nos referimos a César Young Núñez (Carta a Blancanieves) y a Manuel Orestes Nieto (Dar la cara).  Es decir, este guiso de los años setenta: coloquialismo, compromiso social, multiculturalismo y ácida ironía va a nutrir las obras poéticas de, por ejemplo, una tan lúdica como la de A. Morales Cruz (Cómicas de Berlín, 2011), una antología tal cual El mar que nos unió (2013) donde se ventila, sobre todo, la rica multiculturalidad del istmo; e incluso una obra tan local y, al mismo tiempo, radicalmente cosmopolita como la del joven, varias veces premiado y fecundo poeta Javier Alvarado (1982).  Poesía, la de Alvarado, de lector; por lo tanto culterana o veneciana; aunque, de modo simultáneo, no menos consciente o políticamente comprometida.  Acaso su rasgo más particular, aunque identificable también ya en la misma tradición poética de su país,  sea el recurso sostenido al surrealismo como una manera de añadir dimensiones --mágicas, míticas-- a los temas o motivos que aborda su poesía.  En suma, una apuesta muy interesante por la complejidad; aunque todavía el oficio de poeta de Alvarado --su control de calidad-- presente evidentes desniveles.  Sin embargo, y no sólo nosotros, consideramos que la poesía del vallejiano Javier Alvarado --acaso junto a la de su contemporánea, aunque su obra hasta el día de hoy sea tan sólo una promesa, Sofía Santim-- es la más interesante del Panamá contemporáneo:
“Ésta es Helensburg
Con sus edificios pardos y sus héroes de leyenda
Donde los muertos a la falda de la catedral
Buscan las fresas para morderlas bajo tierra”
                 De Carta natal al país de los locos (Poeta en Escocia)