jueves, 27 de agosto de 2015

Mi especialidad en el posgrado de la PUCP


Pedro Granados

Ph.D. Boston University; Mag. Brown University, EEUU
Poesía peruana contemporánea: César Vallejo y Trilce. Poesía hispanoamericana contemporánea (Vanguardia y Posmodernidad). Literaturas en contacto: poesía contemporánea del área andina y del caribe insular hispano (Cuba, Puerto Rico y República Dominicana). Literatura e internet: redvistas y blogósfera en español. Teoría y metodología de los talleres de creación literaria (poesía y novela corta).

miércoles, 12 de agosto de 2015

Actas del Congreso Internacional “Vallejo Siempre”, Tomo 3 (Reseña)

Entre las varias colaboraciones que resaltan la efemérides o, al final del volumen, el sugestivo archivo de fotos del evento, nos ha llamado la atención --por necesario-- el artículo de Mauro Mamani Macedo, “Tour Eiffel-Kunturwachana: César Vallejo y Gamaliel Churata”.  También, por qué no, el breve ensayo de Camilo Fernández Cozman, “Los argumentos basados en el modelo y el antimodelo en la poesía de César Vallejo”.  Y, por recordarnos lo buena escritora que pudo haber sido María Rosa Sandoval (o “Marie Bashkirtseff”), “Vallejo y María Rosa o los rotos aros de unos muertos novios”, de Teodoro Rivero-Ayllón (a modo de un capítulillo más de la novela de  Eduardo González Viaña, Vallejo en los infiernos).
            El ensayo de Mauro Mamani se propone “explicar la polémica entre Vallejo y Gamaliel Churata sobre la especificidad de nuestro vanguardismo”.  Lo que conlleva ventilar, según aquél profesor sanmarquino: la presencia del autor de Trilce en el Boletín Titikaka[1]; al Vallejo “juzgador” de nuestro vanguardismo [2]; y, por último, la lectura que tiene Churata de la poesía del santiaguino [3].  Respecto a [1], el primer texto de Vallejo allí --su segunda colaboración, un par de poemas de Trilce con una factura un tanto más vanguardista que en la edición de 1922-- es su encomiable comentario al poemario, Ande (1926), de Alejandro Peralta (hermano de Arturo o “Gamaliel Churata”), en los siguientes términos: “Querido y gran poeta […] Su libro me ha emocionado de la emoción de mi tierra […] Siga U. por su vía.  Puede estar seguro que sus poemas quedarán”.  Con el resultado que, por esa misma vía,  Alejandro Peralta publica todavía El Kollao (1934); y hace mal, según Mamani, en abandonarla en sus libros posteriores.  César Vallejo, entonces, escribiendo desde París y fungiendo de crítico: ¿ganado por el sentimiento y la nostalgia?  Podría ser, aunque creemos que en su encomio esto último actúa más como un gesto menor.  Mucho más relevante, creemos, es la perspectiva política o geopolítica que, en la época y ya en Europa, para Vallejo implica reconocer  un poemario como Ande; aunque no es posible que éste ignorara que el poemario de Alejandro Peralta es casi una imitación de su poemario de 1922.  Y, en este sentido, la apreciación de Gamaliel Churata sobre la poesía de Vallejo [3] no deja de constituirse en interesada e incluso cínica al no hacer explícito el carácter estrictamente epigonal del libro de su hermano: “César Vallejo y Alejandro Peralta son los poetas decisivos del Perú.  Ninguno de ellos puede ser imitado con talento; al contrario, fueron víctimas de un incesante saqueo”.  Es más, el mismo Arturo Peralta publicó también poesía y, en este sentido, tal como lo puntualizamos en otro lugar:
El poeta, entre los Churata, es el autor de Ande (Alejandro), no Gamaliel (Arturo).  Es decir, el poeta en estricto, el versificador. Alejandro Peralta, a su vez, influido directamente por Trilce; el franco vanguardista.  Muy al contrario de su hermano (Gamaliel), hechizado por Eguren y, otro tanto, por Apollinaire (el de “Zona”: “sol/ cuello cortado”); sin desprenderse del todo del  modernismo y cierto simbolismo.  Es como si el “Interludio Bruníldico” (1931), del autor de El pez de oro (Arturo) se continuara en la poesía de su hermano.  Virtual tema de estudio este diálogo y complicidad literaria entre ambos hermanos. Acaso Gamaliel discutiera con César Vallejo; pero no Alejandro. […] Muy probablemente (otro sub-tema a cotejar) Arturo Peralta en su poesía jamás dejó de ser Juan Cajal: seudónimo hispánico que aquél usara para acompañar sus poemas de influencia modernista.”
            Respecto a [2], aquella polémica en la cual Vallejo negaba originalidad al movimiento vanguardista mientras Churata, por su parte, asumía su defensa (1927); según Mauro Mamani: “en nuestro vanguardismo no hay calco ni copia sino admiración, respeto y apertura a lo externo, algo que nuestro Vallejo articulista no quería reconocer, pero que sí reconocía el poeta Vallejo, tal como lo hizo con el poemario Ande de Alejandro Peralta”.  ¿Es esto posible?  Vallejo en tanto lector o crítico es siempre “articulista”; es decir, en cuanto tal su discurso es una narrativa de estrategia estética, cultural y política.  En pocas palabras, y como sabemos, Vallejo no creía en indigenismos, sino en deseables obras indígenas; como tampoco estaría de acuerdo en diferenciar entre vanguardismo europeo y “vanguardismo del Titikaka”; ni, mucho menos, en aquella idea del autor de El pez de oro de “fusionar lenguas” (quechua, aymara, español) como forma de encontrar una expresión americana.  Vallejo se halla en esto último a contracorriente, y en observar esto sí --¿de modo acaso inadvertido?-- acierta de pleno Gamaliel Churata: “parece que [Vallejo] siente que el andinismo de la poesía americana no debe ni valerse del topónimo de la montaña ni del fulgor áureo del Intipchuri, y menos de la zoótica aborigen para la vitalización de la metáfora.  Debe ser su indianismo interno.  Esto es, más adivinar el pensamiento del poeta que definirlo”.
En suma, y tal como también ya lo dijimos:
“Una paradoja, que está por desarrollarse y acaso  pasar a enriquecer y problematizar la literatura peruana, es cómo un peruano de segunda generación --que por sus abuelos españoles  es Vallejo-- influencia de modo directo (particularmente con Trilce) la poesía de Alejandro Peralta (Ande, 1926) y […] también la compleja obra dramático-retablista de su hermano Arturo o “Gamaliel Churata” presente en El pez de oro [1927] (1957); y, en consecuencia, movimientos autoctonistas como el que representó y animó el Grupo Orkopata en Puno (1926-1930) y que dirigieron ambos hermanos.


Por otro lado, en tanto al ensayo del profesor Camilo Fernández Cozman, pensamos que toda poesía es argumentativa, incluso la pretendidamente autista y preciosista o de “hedonismo verbal” (Roberto Paoli) del Modernismo, pero no necesariamente bajo la dictadura del verbo o del predicado; al menos que lo de argumentativo lo debamos entender como poema “comprometido” o de tesis.  Vale, también se argumenta en Trilce, pero más allá de las proposiciones entresacadas de ciertas lecturas tópicas y claudicantes del mismo --tipo las de André Coyné sobre la defecación en Trilce I-- que no acierta a confrontar ni menos a matizar productivamente Fernández Cozman.  Justamente, y ahora mismo, se trata de hacer hablar al poemario de 1922 en lo que éste plantea de debate estético, ideológico y cultural--por ejemplo-- en la Lima de la época.  El asunto es cómo hacerlo hablar o desglosar en sus argumentos sin violentar o naturalizar su forma.