lunes, 9 de junio de 2014

Del palimpsesto mitológico en Galdós y Vallejo: Hacia una lectura performática

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No tenemos duda que César Vallejo incorporó el mito, jamás contrapuesto a lo político, en su propio proceso intelectual y artístico.  Escépticos o desilusionados; o fervorosos y comprometidos por la pertinencia de este tipo de estudio: Rowe, Usandizaga o, de modo evidente, Alan Smith.  Lo cierto es que mientras más militantes en lo “trasatlántico” seamos --sintonizados de modo simultáneo a ambas o más orillas de la academia-- , más estamos obligados no sólo a leer, sino, pareciera más bien en este caso, a un convivir performático con César Vallejo.
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lunes, 2 de junio de 2014

César Vallejo: la crítica del porvenir



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Leer este compendio de la obra de un gran crítico [Julio Ortega.  César Vallejo.  La escritura del devenirMadrid: Taurus, 2014], muy en particular en lo que atañe a la poesía de Vallejo --una obra radicalmente viva y abierta-- es una magnífica oportunidad para que salga beneficiado, ante todo, el lector curioso y, mejor todavía, aquél diligente en entrar en la veta en la que un crítico sagaz y experto va a emplearse a fondo.  Ya que la lectura aquí no es una auto-persuasión en plan de ponerse a prueba, con su tesitura autoritaria concomitante, sino ante todo un evento de lucidez o lectura procesal capaz de permeabilidad dialogante, cotejo radial --para nada angustioso-- de los diversos asuntos o testimonios,  y un siempre oportuno sentido del humor.  A tono con la propia poesía de César Vallejo donde: “el lenguaje no es ya una red para captar la realidad, ni siquiera su mapa a escala, sino que es un instrumento para decir otra cosa, para un decir otro” (40).  La crítica de Ortega no reproduce ventrílocuos, como las de sus contemporáneos Antonio Cornejo Polar o Ángel Rama, porque es de ida y vuelta; es decir, es refractaria al que la ejerce: reservas, reticencias, tanteos van de la mano con las certezas siempre bien urdidas y documentadas.  La metodología de su crítica consiste, pareciera, en una productiva disposición sobre el tablero; lectura proyectiva, diríase más atenta a la sintaxis que a las palabras, a los paradigmas que a las frases definitivas.  Aunque, a simple vista, su constante experimentación con el lenguaje (batir el cobre en procura de destellos en lugar de epítetos) parecería contradecir lo que vamos exponiendo. 
De este modo no son pocas, sino más bien muchas, las pistas vallejianas que se ventilan en este libro.  Entre éstas, enfatizar el carácter culturalmente híbrido de la obra vallejiana; con la siguiente salvedad: “Es muy difícil, y quizá vano, hacer un recuento de lo indígena y lo hispánico en Vallejo, porque evidentemente están entrecruzados, irresueltos, y seguramente coexisten sin la ilusión de una síntesis” (41).  También, y vinculado acaso un tanto a esta  hibridez, el tema no menos problemático de la recepción de su obra: “Siempre me llamó la atención, por lo demás, la pregunta que un editor se hizo ante un tecnicismo usado por el poeta: “¿De dónde se lo habrá sacado Vallejo?”. Esta condescendencia esconde la desconfianza en el intelecto, en el espíritu crítico y en la cultura literaria del poeta peruano.  Pocos críticos se han librado de esta actitud.  No es más satisfactoria la impresión de un poeta casual, grande casi a  pesar suyo, excedido por las fuerzas (mitopoéticas, existenciales, sociales) que lo eligen para hablar” (170).
Por otro lado, respecto a “España, aparta de mí este cáliz”, es muy interesante aquello que Julio Ortega señala sobre la amistad Vallejo-Bergamín: “Es notable que los ensayos de Bergamín [con su peculiar agudeza] sean una suerte de versión paralela en prosa del primer poema de Vallejo [“Himno a los voluntarios de la República”].  Las coincidencias entre ambos amigos requieren ser exploradas.  Creo que son incluso mucho más íntimas y creativas que la relación poética o intelectual de Vallejo con Larrea” (195).  También, sobre aquel mismo libro póstumo, llamamos la atención sobre este otro sutil comentario orteguiano: “viene a dar cuenta del lenguaje poético con que ha combatido, desde su primer libro, contra la lengua española y su larga tradición autoritaria y, en el Perú, clasista […] como si la guerra, irónicamente, posibilitara que, por fin, el poeta ocupase por dentro el español para hacerlo hablar otro idioma.  Ese idioma es material y revolucionario, radical y mesiánico, pero es también evangélico y de estirpe cristiana popular, cuya impronta histórica es latinoamericana”.  “Archivo cristiano” del poeta --aunque cabe investigarse más-- cercano del “personalismo” de un Emmanuel Mounier que por los años 30 dirigía Esprit, revista que agrupaba a “la intelectualidad católica francesa de izquierda” la cual, a diferencia de la mayoría de la prensa internacional temerosa de lo que su victoria significaría, fue solidaria con la República (208).   También sobre el pensamiento político de Vallejo en general, resulta muy sugestivo se ventile  en este libro su posible afinidad con la práctica revolucionaria de un Víctor Serge.  En el sentido por el cual, según Ortega: “no se trata de una 'revolución permanente', como dicen los trotskistas, sino de una revolución que no pasa por las necesidades autoritarias, porque es tan radical que cambia las costumbres, el lenguaje, la política e incluso las relaciones humanas” (219-220).  
En fin, son otras tantas las vetas que señala o abre César Vallejo.  Escritura del devenir.  Sin embargo, quisiéramos concluir esta breve reseña con un retrato muy sabroso, y no menos humano, de Georgette, la viuda del poeta: “Era una mujer inteligentísima y encantadora, que cultivaba las opiniones fuertes, y no recataba su poca estima con los usos limeños.  Era, además, espiritista, y convocaba a Vallejo, que concurría a su llamado.  Demudado, le pregunté por esa conversación.  Ella le reprochaba: 'Vallejo, Vallejo, ¿por qué me has traído a este país?  Yo quiero volver a París inmediatamente'.  Y Vallejo, poeta al fin, respondía 'No te podrás ir hasta que no publiques mis obras completas'”; a lo que añade Ortega otro rasgo, y con nuestro beneplácito: “André [Coyné] es el único que me ha concedido el valor insólito de los poemas dispersos de Georgette” (260).



Julio Ortega (Perú, 1942). Después de estudiar Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú y publicar su primer libro, La contemplación y la fiesta (1968), dedicado al boom de la novela latinoamericana, emigró a Estados Unidos invitado por las Universidades de Pittsburgh y Yale. Vivió en Barcelona de 1971 al 73, dedicado a la traducción y edición de textos. Volvió a Estados Unidos como profesor de la Universidad de Texas, Austin, donde en 1978 fue nombrado catedrático de literatura latinoamericana. Desde 1989 trabaja en la Universidad de Brown, donde ha sido director del Departamento de Estudios Hispánicos y dirige el Proyecto Transatlántico.

miércoles, 21 de mayo de 2014

¡Suelo teórico y práctico!/ César Vallejo



¡Suelo teórico y práctico!
¡Surcos inteligentes; ejemplo: el monolito y su cortejo!
¡Papales, cebadales, alfalfares, cosa buena!
¡Cultivos que integra una asombrosa jerarquía de útiles
y que integran con viento los mujidos,
las aguas con su sorda antigüedad!


De "Telúrica y magnética"
Fotos de cultivo en Incahuasi


lunes, 19 de mayo de 2014

VALLEJO SIN FRONTERAS INSTITUTO (VASINFIN)

(Logo por Norka Uribe)
 
VASINFIN pretende honrar el espíritu abierto, incluyente, crítico y, no menos, libre, lúdico y hasta arbitrario del autor de Trilce.
VASINFIN tiene como  objetivo fundamental el estudio de la obra de César Vallejo.  Paralelamente, la investigación, traducción y difusión de la poesía de la región; es decir, aquella en español, portugués, inglés, creole, portunhol, brasiguayo, spanglish y un amplio etcétera.
De modo complementario, diseña y gerencia planes de tipo educativo vinculados al cultivo del gusto por la lecto-escritura y, en general, aquellos vinculados a la creación y crítica literarias: talleres, cursos, asesoría individualizada; tanto para instituciones, personas ya iniciadas en la materia como para el público en general.   Presenciales o a través de la Internet.
VASINFIN, en síntesis, apunta a constituirse en un Creative Writing Program sin membership o una Escuela Andina de Escrituras sin chauvinismos ni fronteras.

Correo:
vasinfin@gmail.com


domingo, 20 de abril de 2014

Escribe Juan Larrea... sobre Vallejo/ Neruda:




                       Vaso en mano, Neruda empezó de pronto a reprochar a Vallejo sus convicciones y actitudes, indicándole como quien tuviera autoridad para hacerlo, cómo había que comportarse en aquella circunstancia. Vallejo trató de eludir la querella, pero Neruda insistía tozudamente en sus recriminaciones. Cuando llegaron las cosas a un grado de tensión difícilmente soportable, intervine resueltamente para recordarle a Neruda que él era un novicio en cuestiones marxistas, mientras que Vallejo había estudiado y practicado la materia durante años. Lo más acertado que podía hacer, por tanto, era callarse. Lo hizo así. Pero el caso es que desde entonces, Neruda no se portó bien con Vallejo. Lo acusó públicamente y sin fundamento, de trotskista por el hecho de que a la mujer del peruano se le fuera la lengua con facilidad, cosa que a nadie le era dado evitar por lo anárquico de su equilibrio.  Y lo peor, impidió que se le confiara a Vallejo un trabajo retribuido que le correspondía por muchas razones y que quizá lo hubiera salvado de aquella su lastimosa muerte. A él y a Delia les eché en cara en más de una ocasión que no se dieran cuenta de que Vallejo no se encontraba bien, posiblemente a causa de sus contrariedades y privaciones, y que necesitaba comprensión y ayuda de sus amigos para sobreponerse y hasta para independizarse un tanto de su mujer y mantenerse a flote. Fue inútil. Otra vez volvió a faltarle a Neruda la humana fibra amistosa. Antes de cumplir el año, Vallejo fallecía.

Página 410. Juan Larrea. Angulos de Visión, Edición de Cristóbal Serra. Marginales. Tusquets editores.

Tomado de  http://lagunabrechtiana.blogspot.com.br/

miércoles, 16 de abril de 2014

Querido Juvenal:




Contra lo que señala la crítica canónica;  e incluso interesantes obras de  ficción --tan recientes como las bien documentadas y sugestivas novelas Monsieur Pain (1999) de Roberto Bolaño o Vallejo en los infiernos (2009) de Eduardo González Viaña--, creemos que la clave de Vallejo no es el dolor ni lo más decisivo fue el “infierno” que vivió durante cien días en la cárcel de Trujillo. Acaso sí, más bien, como otra constante, esa suerte de ninguneo y saboteo que sufrió su poesía por obra del poder pequeño primero (Santiago de Chuco, Trujillo, Lima); y luego, aunque a la larga sea el mismo poder, por el inmenso y transnacional del fascismo que en la época se cernía sobre Europa y que, por ejemplo, Bolaño en su novela ubica incluso en la mismísima Clínica Arago --al pie de la cabecera del enfermo y mientras Vallejo padecía, además, de un enigmático hipo--, lugar donde falleciera el poeta.  Temor y persecución a una obra que, en primer lugar, fue elaborada como si no tuviera nada que perder; es decir, no por ingenua o evasiva, sino por carente de cálculo artístico y costo vital.   De este modo la detestó la regalada izquierda (Pablo Neruda) como, obvio, también el fascismo.  Aquella zona obscura --la hiper conciencia del dolor, la traición, el arribismo y la hipocresía-- constituye en Trilce sólo una parte, probablemente la mitad.  La otra mitad es el testimonio de una utopía: gozo y esperanza.  Haciendo la salvedad de que cuando aquellas mitades se ponen en plan de performance, como en el caso de este poemario, el sentido del dolor se invierte y, sin éste desaparecer ni soslayarse en absoluto, lo que prima es la celebración y la dicha.  Trilce es el poemario de un ser henchido e ininterrumpidamente inteligente; o más bien de un  “archipiélago” (Trilce XLVII) y, al mismo tiempo, de una colectividad popular --heterogénea y sabia-- que a través del baile conjura las penas y se reafirma ella misma hacia el futuro. Tal como observa Freud, al cual Vallejo admiraba:
“También el alma colectiva es capaz de dar vida a creaciones espirituales de un orden genial como lo prueban, en primer lugar el idioma, y después los cantos populares, el folklore, etc.  Habría además de precisarse cuánto deben el pensador y el poeta a los estímulos de la masa, y si son realmente algo más que los perfeccionadores de una labor anímica en la que los demás han colaborado simultáneamente” 
Esto último lo supo captar muy bien el autor de Trilce, particularmente en Lima.  Lugar donde se soltó la trenza con la quinceañera Otilia Villanueva Pajares; se modernizó desde el pueblo y la migración interna; se secularizó de todos los provincianismos; y se inmunizó a todo lo que en arte o literatura estuviese meramente de moda.
Trilce, lugar de encuentros más que de exclusiones: mar y lluvia, relato y poesía, marinera y resbalosa, melodrama y vanguardia, kitsch y mito.  Sobre todo si lo seguimos con el oído.   De este modo reivindicamos y apelamos por una nueva generación de críticos con oído; no re-freidores de alguna agenda teórica y metodológica exógena o endógena.  Críticos que, asimismo, sepan bailar.  Que leer Trilce exige despojarnos de nuestras apreciadas disciplinas.  Incluso de nuestro decoro.  Y que es necesario conocer un tanto más el Perú, la amada y odiada Lima de Vallejo, y el léxico local.  Que Trilce no está escrito en francés ni tampoco en runa simi.  Que el más extendido entre aquellos oximorones y también el más íntimo señalan al Sol como comienzo y fin de este  peregrinaje poético.  Que aquel: 'Canta, lluvia, en la costa aún sin mar!', refiere también al de confesar o revelar lo secreto.  Y que es este secreto, precisamente, el que mantiene vivo a este poemario.  La carpintería biográfica, política y sentimental que conocemos del poeta sólo en algo nos puede ayudar a vislumbrar aquello.  Es decir, que dicha carpintería no constituye, por sí misma, la cerradura por donde atraviesa y se entretiene manso el sol en cada una de nuestras lecturas.
Con el abrazo de hermano que tú conoces,

¿Firmo Pedro Granados, firmo César Vallejo, firma el mismísimo Juvenal Agüero?  ¿Desde Foz do Iguaçu, desde Lima, desde a praia do Pântano do Sul de Florianópolis?  ¿Con 57 años, con 20 (de la pura arrechura), con amnesia de la edad?  ¿Fozi Lady es Otilia Villanueva Pajares?  ¿Mi andina y dulce es Rita?  ¿Una colega de la Universidad es Georgette? 


(Fragmento de "!Fozy Lady!", nueva novela breve de Pedro Granados)